Parentesco animal: los feminismos incómodos de Doris Lessing y Kate Millet by Noelia Adánez

Parentesco animal: los feminismos incómodos de Doris Lessing y Kate Millet by Noelia Adánez

autor:Noelia Adánez [Adánez, Noelia]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Ciencias sociales
editor: ePubLibre
publicado: 2023-10-01T00:00:00+00:00


DEJAR DE SER KATE MILLETT

«Yo ya no puedo ser Kate Millett. Es un objeto, una cosa. Es un chiste que se cuenta en una fiesta. No es nadie. Solo soy el miedo en mis intestinos».

KATE MILLETT, Flying (pos. 300).

Veinte años después de que Doris Lessing llegara a Londres, Kate Millett defendía su tesis doctoral en la Universidad de Columbia, al otro lado del Atlántico. Era 1969. La había escrito bajo la inspiración de Simone de Beauvoir quien, por supuesto, también había sido una referencia para Doris Lessing. Con la francesa, por otra parte, Lessing tenía bastantes cosas en común. Además de sus respectivas defensas del amor libre, ninguna de las dos estuvo nunca dispuesta en sus memorias o autoficciones (en el caso de Lessing) a contar «toda la verdad». La verdad podía tener implicaciones inasumibles para quienes formaron parte de sus entornos respectivos, por lo que sin duda en ocasiones prefirieron callarla. Otras veces se sirvieron de subterfugios literarios para darla a conocer. Así como Clancy Sigal se encolerizó cuando constató que Lessing se había inspirado en él para construir el personaje de Saul Green en El cuaderno dorado, el amante americano de Simone de Beauvoir, Nelson Algren, hizo lo propio cuando supo que Lewis Brogan era él mismo en Los mandarines. Clancy y Nelson, que eran buenos amigos, pusieron en común sus enfados respectivos. Nelson conoció a Lessing, por cierto, en Londres, ciudad a la que el escritor había acudido en busca de inspiración. El norteamericano le dedicó, según describe ella en sus memorias, «una tímida mirada cargada de deseo sexual». No nos consta que la mirada en cuestión provocara en Doris efecto alguno. Continuemos.

Millett está ya en otra fase y otro momento del feminismo distinto a aquel en el que escribió Lessing, no digamos ya Beauvoir. La verdad, para ella, no tiene tanto que ver con una retórica de la memoria que selecciona recuerdos al servicio de una narración en la que el yo ocupa un lugar central, cuanto con un trabajo de análisis y elaboración permanente de sí misma como un sujeto político. La subjetividad de Millett no es el resultado de un yo escindido del Zeitgeist o conectado con él de manera más o menos consciente, sino de su intervención comprometida y continuada en la construcción de una época política que tiene como rasgo distintivo el examen público de la experiencia personal, pues solo de ese modo se podrá superar el patriarcado. Haciendo visibles las experiencias personales de las mujeres se logrará revertir todo el conjunto de dispositivos culturales que las oprimen. Este es el punto de partida.

Kate Millett persiguió, a través de los varios libros de memorias escritos después de 1970, emanar lo íntimo hacia el exterior, de acuerdo con la idea de que lo personal es político. La autoría de esa máxima, por cierto, no corresponde a Millett y tiene una trazabilidad difusa. En todo caso, cristaliza el espíritu del momento.

La hermana mayor de Kate, Sally, solía decirle que todos sus libros versaban sobre ella misma.



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